Retorno al
laberinto
Cuando
visites mi ciudad
hasta
el tope de revolución en las redes
del
mundo,
podrás
encontrar de todo,
menos
revolucionarios.
Aunque
se diga que vive la revolución
se
sabe que está muerta.
En
los escombros de mi ciudad
se
ha perdido el alma
―nada
extraño,
tiene
que perderse el alma
si
te niegan la vida.
Lógico,
después
de cada revolución
el
mal deja de ser visible
pero
no se extermina,
esa
es la gran mentira.
La
gran mentira es que se puede acabar con él,
pero
es más fácil acabar con ellos.
Después
de una victoria
el
ganador más fuerte
cree
que hasta puede desaparecer a Dios
y
lo cree,
hasta
sentir que ha perdido el alma.
Nuestro
tiempo es ingrato,
gobierna
la percepción más que la verdad
el
control más que la piedad.
La
revolución vaga en túneles imaginarios,
en
espacios aventureros,
invocando
espectros amenazantes
descontrolados
y airados.
Al
final de eso se trata:
llamar
a los muertos para que vuelvan a morir
y
almas a sus laberintos.
Enero 2016