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pensamiento con alas.





jueves, 3 de abril de 2014

Poesía
El presente poema rinde homenaje a una pareja que se enamoró (1937) y se casó, en contra de todos los convencionalismos de la época. Ella, -Wallis, norteamericana, y el, -príncipe Eduardo, duque de Windsor-, Gran Bretaña.  El deseo del rey de contraer nupcias con una mujer con dos ex maridos vivos, provocó una crisis constitucional en el Reino Unido y sus dominios, que finalmente condujo a su abdicación en diciembre de 1936, para casarse, según sus propias palabras, con «la mujer que amo». 



La reina Wallis Simpson

¿Qué hombre no considera su mayor gloria a una mujer?
Sin importar la política: Wallis es la reina.
Es la reina de un país mayor que el Reino Unido
o el imperio de la India.
Así de claro, para los que dudan.
Su conquista está en el corazón del rey,
que pierde la paz apenas se distancia de ella.
Ella es su paz.
-Me has cambiado la vida-
le dice con no cierta tristeza el duque de Windsor.
-He abdicado por ti-
El ex monarca parece decir: -Puedo renunciar a toda grandeza por ti-
¿Para que el poder, la majestad y la gloria sin tenerte?
El rey Eduardo Vlll, el mismo nacido en cuna de oro
El mismo príncipe Eduardo de York, duque de Cornualles y Rothesay
y príncipe de Gales,
a quien la muerte no parece alterarle el entrecejo,
sentía morirse de solo pensar
que Wallis pudiera abandonarlo.
-Es un traidor- dijo el premier.
En realidad el primer ministro no entendía
que la pasión por una mujer
apaga la razón hasta la terquedad.
Eso lo supo Marco Antonio en aquel barco en Tarso
cuando olvidó asuntos de estado por amor.
Lo vivió David cuando vió a Betsabé desde la terraza real
y el sitio a Rabá dejó de importarle.
Igual que Fu Chai rey de Wu cuando vió por primera vez a Xi Shi
y su corazón dejó de guerrear.
Es que los hombres olvidamos las guerras frente
al amor de una mujer.
Y eso parecía ignorarlo el premier británico Stanley Baldwin,
cuando le exigía al rey Eduardo
abandonar a Wallis,
-la mujer sin la cual desfallecería-.
Dicen que en Bessie o simplemente Wallis reencarnó Afrodita.
¿Y quién puede escapar a la diosa del amor cuando
ella se fija en ti?
-No debes abdicar por mi- le dijo ella
decidida a soltarlo por amor,
pero él estaba decidido a perder reino, imperios y dominios
por ella,
y aun no sabía por qué la amaba más que al país,
más que a su vida.
-No abandones la corona- dijo Wallis al monarca con decisión,
-puedo desaparecer de tu vida- le decía, -sin dejar de amarte.
Pero entre la corona y la mujer,
Eligió el a la mujer y no al país.
Es que el país jamás podrá tener la seducción de una mujer.
¿Qué hombre no considera su mayor gloria a una mujer?
Y abdicó,
pero no perdió su reina.

miércoles, 2 de abril de 2014






"Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos”. André Gide


Teología del Buitre (poesía 2011)
"Estamos en el planeta de los dioses infinitos. Es tiempo de búsqueda del mejor dios de los deleites"

No hay dios más que yo.

Yo soy el dios de los caídos.
Soy el amo y señor de la carroña.
Soy el pastor de los podridos,
de los engusanados.
Los que me siguen y me adoran
buscan el espanto de las riquezas y el poder ignorándolo.

Ante mi se postran y se arrastran los confundidos.
Aquellos cuya mente solo concibe alegría en la maldad y en el odio.

Aquellos cuyo alimento es la vanagloria, la sangre, el vomito,
y la basura.

Soy el dios de los contaminados,
de los enfermos del alma,
de aquellos que centran su licantrópica mirada
en los débiles,
para robarles la paz por
simple deporte.

Me aman con la necesidad de tener un dios visible,
que les de oro
y borracheras de gloria.

Su voluntad es mía,
su alma es mía,

¡Pobres espíritus carcomidos por la falsa felicidad!

Vienen a mi porque para ellos el cielo es el infierno.
Y para ellos siendo yo su maldición
me creen su salvación.

Juntos estamos conquistando la muerte eterna.

Mis adeptos están viviendo muertos.
Cada día mi gozo es mayor
ya que mi banquete crece.
carroña hedionda por todas partes,

Victimas que se inmolan sin saberlo
por un trago de oro.
¡Soy el buitre! Su dios
el que los ama desmembrándolos,
para su orgia de sangre.
Con un banquete cierro sus fantasías
y abro el infierno del dolor,
para completarles la bendición maldita
con que me adoraron.
 2011