Parábola de Enuma Elish
Cuando el canto delicado de la nada
Inundaba un cielo
aún sin nombre.
En el entonces de las estrellas,
que apenas amenazaban con incendiarse,
a la manera de libélulas alicaídas
y confundidas.
“Tiempos sin destino aun para nadie”
-dijeron los sabios caldeos-.
En el entonces de las estrellas,
o antes del génesis,
tiempos sin profetas ni profecías
que declararan el porvenir
o las promesas para el universo
nosotros, inespaciales, volátiles y cósmicos,
ya nos sabíamos el uno para el otro.