mensaje de acogida



Te invito al país de Franklin Bordas, territorio del

pensamiento con alas.





miércoles, 20 de marzo de 2013


Intrusos en el arca
-A Ivonia, para quien la vida es la gente-.

Somos navegantes sudorosos,
desautorizados e intrepidos,
que inadvertidos peregrinamos
en esa nave llamada mundo,
silentes,
y taciturnos.
Dos intrusos ocultos en la niebla.
Dos figuras borrosas
aunque resueltas
y hasta peligrosas.
Somos de miradas furtivas
y apariencia común
de los que muchos podrían dudar
pero también de los que cumplen promesas.
Nuestro descanso son las palabras,
que compartimos
y refrescan como un oasis.
Somos navegantes para quienes la vida
es como un ancla mágica,
que nos sujeta a miríadas de manos,
caminando en círculos
que poco a poco va ascendiendo
a un lugar llamado Esperanza.
Algunos no lo saben,
pero van de tu mano confiados.
Van entrando al arca,
algunos de dos,
otros de uno en uno.
Y nosotros, -vos y yo-
Intrusos ocultos en la niebla,
extendemos la mano que solo ven,
-sin rostro, sin compromiso-
Manos que te toman
Que te empujan
Que te ayudan a subir
Al arca de la vida verdadera
Que moviéndose casi imperceptible
sin apenas notarse.
Te va llevando con júbilo al lugar
donde perteneces.




Los ojos de ella

A mi madre, Nora Lowery

Los ojos de mi madre son café miel.
Un color dulce,
Como dulce es su amor.
Me mira,
 y su mirada entra como un profundo rayo
que me estremece
e ilumina.
Claros como un cielo sin manchas de invierno,
son sus ojos.
Ya quisiera la diosa Hera,
que los ojos de Argos, -ese centinela incansable-,
tuviera los ojos de ella.
Porque los ojos de mi madre
Además de mirar, hablan.
Alientan.
Comunican fe,
de una manera muy especial.
Hubo tiempos que otros ojos impresionaron
A muchos.
Horus, -ese dios celeste y antiguo-,
cuyos ojos dicen era el sol y la luna.
Que va!
Es que la mirada de mi madre desviste,
y se cuela como un aire tibio y tierno
dentro de ti.
El secreto de sus ojos
Como los del Maestro mirando a
Juan “el amado”,
descansa en el corazón,
-son miradas como un testamento
para siempre-.
Las miradas parecen conducir la historia del universo
Helena y Paris se fundieron
con solo verse la primera vez.
Y otros mirándose han entendido
su destino.
Los ojos de mi madre
son mi mayor y más preciado legado.
Café miel, color dulce
-como dulce su amor-
así son los ojos de mi madre.
Los ojos de ella,
me enseñaron a mirar con el corazón.
Y cuando los ojos del corazón miran
todo queda al descubierto.
¡Qué maravillosos ojos y sabia mirada
tiene mi madre!


Managua Nicaragua 2013