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sábado, 13 de abril de 2013



PATMOS, VENTANA CELESTE, Poesia (La Prensa 13 Abril 2013)

¿Cómo puede alguien mirar el mar y las gaviotas revolotear con el viento
y hasta percibir el toque de una fresca brisa en el rostro
desde un lugar donde ha desaparecido el horizonte?
-Dicen que Juan.
Mientras otros maldecían cuando rayaban sus nombres
en los muros de la desesperanza,
el trataba de escuchar en medio de oscuras y enormes paredes.
Y sus oídos tensos como cuerdas de guitarra,
recibían los aullidos del viento.
Las notas de la noche,
se hacían canción de tanto querer oír cosas bonitas.
De la obsesión de no estar solo,
notó que las palabras le hacían compañía.
Si, porque la soledad que suele matar el asombro
tiene el poder de escuchar
el silencio.
Juan estaba en Patmos,
de esos lugares especiales para olvidar
lo que mas se quiere.
Pero él en vez de olvidar
pudo recordar hasta lo que no sabía.
En esa isla sacrificial,
donde los pájaros pasaban de largo,
dicen que habló Dios.
Desde una grieta en la roca oía la voz.
Y casi se asfixiaba buscando el rostro
de tan dulces palabras.
Pero la voz era tan suficiente como el maná,
cuando la gente tenía hambre del cielo.
Dulce, sereno pero a la vez enérgico
escuchó Juan.
Los oídos pegados a esa grieta
Como si fuera el mismo cielo
reverente, anhelante.
Concentrado en cada palabra,
que brotaba como agua viva.
Juan escribió,
mientras transcurrían días y noches como años,
y la luz del amanecer y la tela de la noche caían
y caían
despreciando el descanso.
Y oyó Juan en Patmos lo que quizás decidió no decirnos nunca.
solo sabemos,
que los ángeles vendrán un día ya no de fiesta,
sino de luto.