El valle
de los entretenidos (Febrero 2014)
Y vi sus gargantas selladas a los
gritos de otros tiempos,
gañidos apagados quizás por el vino,
que hace risa del llanto mismo.
Y sus rostros raros.
Acicalados,
vestidos de fiesta,
como si nada hubiera pasado.
Como si nada hubiera pasado nunca.
Sus manos levantadas al cielo,
engañosas,
manos embusteras
que en vez de agradecimiento
danzan como banderas.
En los alrededores de Nisibis,
bañándose en vino danzan los
desterrados.
También sus ojos cambiados.
Nada de aquella tristeza de la
esclavitud,
como si ahora fuesen libres.
Nada de dolor,
como si celebraran victorias con energías
inusitadas.
No es que se deba lapidar la alegría,
Pero no hay ninguna cosecha que
celebrar.
Se siente el abandono de la mano de
Dios,
Por lo que se debería llorar.
Pero nadie parece recordar nada.
Dispuesto está el mayor holocausto
humano:
el de ignorar,
el de olvidar.
¿Es que mis hermanos enloquecieron de soledad?
Antes sufrían como patriotas humillados,
con lamentos como aullidos de perros
que carcomen la noche,
pero ahora se entretienen mis hermanos,
con dioses a la medida de Praxisteles,
para quienes gloria y holocausto
es la doctrina del olvido necesario.
Inauguramos tiempos
en que los historiadores tendrán que contar
sus propias cruzadas.